- Tenemos que hablar.
Sólo con decir eso en mi oído, me aterró como nunca nadie lo había hecho.
Tres palabras... Con que facilidad podían frustrarme tres simples palabras que salían de sus labios. Pero, ¿por qué deberían? ¿A caso no las había pronunciado más de una vez, cuando necesitaba mi opinión para cualquier cosa que se le cruzara por su retorcida mente?
Más de una vez él había solicitado el diálogo mientras estábamos juntos, ¿por qué debería ser diferente esta de aquellas charlas en las cuales discutíamos sobre temas que me resultaban indiferentes?
Yo sabía muy bien por qué. Su tono de voz, la perfecta modulación de cada palabra, la lentitud con la que las pronunciaba, la densidad oculta en ese pedido... Todo indicaba que la conversación no se basaría en música y libros, si no en nosotros.
- Okay... ¿Querés que vaya hasta tu casa y conversamos tranquilos? – Le pregunté.
- No, prefiero el teléfono esta vez...
Su modo seco y cortante de dirigirse a mi no me dio lugar ni siquiera para respirar. Me estaba ahogando en mis conclusiones apresuradas y eso no me dejaba aire.
Hubo un silencio de cinco segundos (los cuales a mi me parecieron horas) y volvió a hablar.
- Como ya sabrás, hay cosas que se me dificultan lograr personalmente, por eso te llame hoy y no fui a buscarte hasta el curso anoche.
Me enfermaba que me tratara como si yo fuera un cliente en su laburo cada vez que tocaba un tema relativamente serio, y él lo sabía perfectamente, pero lo dejé terminar.
- La cuestión es que hace unos cuantos días que pienso en esto, desde nuestra discusión del miércoles...
Cuando removió en mí los recuerdos de ese día en el cual me había amenazado con dejarme, mis latidos pasaron de trotar a correr una maratón Olímpica.
- No podemos seguir así – Dijo secamente y de repente, bajándome a Tierra de un golpe.
Confundida, más que nunca, le pregunté a qué se refería...
Y respondió eso que yo no quería oír:
- Ya no podemos estar juntos. No sé lo que quiero y vos obviamente sí, pero eso no está a mi lado.
Estaba muda, el corazón me había dejado de latir de un segundo a otro. Pero pude reaccionar ante sus palabras.
-Vos me estás queriendo decir que... – no me dejó terminar con eso que no quería entender en lo absoluto y habló él en mi lugar.
- Se terminó todo acá.
¡Crash!
¡Crash!
¡Crash!
Algo se quebraba en algún lado, en mi mente había ruidos, estruendos, golpes, truenos. Todo comenzó a dar vueltas a mí alrededor y entré en un violento estado de shock.
- Vos... no podés decirme esto, no ahora – le susurré agitada y con la voz entre cortada.
- Perdón, pero no...
- No, no me pidas perdón, ¡no me digas nada! ¡No podés hacerme esto, no podés! – Grité con todas mis fuerzas y él no dijo nada.
- ¿Por qué?... ¡Me das un puto motivo!
- Estoy confundido, no sé lo que quiero...
- ¿Y no podías confundirte antes? ¡Me estás mintiendo, me mentís! Y si no me mentís sos una basura, ¡porque podrías haberte dado cuenta de todo esto antes de que yo me enamorara como una pelotuda de vos! – Estaba demasiado alterada, no cabía dentro de mi universo que algo así fuese posible.
- Perdoname – sonaba compungido, pero a mi entender, supo simularlo muy bien por teléfono.
- ¡No me pidas perdón! ¡No te creo, no puedo creerte después de todo esto que acabás de decirme!
No tenía ganas de oír explicaciones vanas, pero quería llegar al fondo del asunto. Mi cabeza no se mantenía al margen de todo esto tampoco...
- No sé qué decirte nena, es mi culpa, todo fue mi culpa.
Mentiroso. Mi interior gritaba cosas que no sabía si podría controlar.
- Ya veo que sos el culpable, me estoy muriendo, estoy pagando yo tu confusión. No lo entiendo...
Y tampoco tengo deseos de entenderlo.
- Creeme que con el tiempo vas a entenderlo y a superarlo.
- Lo dudo...
De hecho estoy segura de que no voy a hacerlo.
- Sé que sí.
¡NO SABÉS NADA!
- ¡Como si te importara! Estás demasiado confundido como para asegurar cosas, y yo me siento demasiado nerviosa como para responderte a conciencia, así que...
- Por favor, no hagas ninguna idiotez.
No cuentes con eso...
- No tengo por qué. ¡Hasta nunca!
Colgué el teléfono y me senté en el piso de la cocina. Todo se redujo a lágrimas que brotaban de mis ojos y no dejaban de empapar mi rostro y mi ropa. Me quedé llorando, estática, durante mucho tiempo, todo el tiempo que tardé en empezar a comprenderlo todo.
No iba a soportar perderlo. Y, para colmo de males, estaba sola en esto. Lo había ocultado de todo el mundo, de mi familia, de mis amigos, intentando con eso no destruir ni debilitar lo que teníamos. Pero no había servido de nada.
Me puse de pie, me dirigí a mi habitación y allí me encerré junto con un blister de pastillas anti-depresivas, un vodka y un cuchillo. Me senté en el suelo e intenté decidir a cuál de los tres me rendiría primero...
Un post para el stalker del futuro
Hace 12 años
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